martes, 9 de agosto de 2011

El olvido

Tiene miedo, pero ¿de qué? Tal vez de la soledad, de la muerte, de la verdad, de la mentira, de los demás, del dolor... Pero no, no es nada de eso en realidad. ¿Entonces qué es lo que teme? El olvido. Tan sólo eso, al igual que millones de personas en el mundo, al igual que todos los grandes personajes, que los grandes locos de la historia. El olvido de los que le quieren, el olvido de los que le odian, de los que le son indiferentes. Y tiene miedo de que no quede nada suyo, de no dejar su propia huella en el mundo cuando desaparezca. Piensa en Hitler, en Marilyn Monroe, Charles Chaplin, Obama... ¿Qué les llevo a la cima del mundo, a ser tan influyentes, tan poderosos, a dejar esa marca imborrable en el mundo, en la sociedad? ¿Fue el miedo al olvido tal vez? O quizás  simplemente la locura, su pasión por las personas o el amor a las cámaras de televisión. ¡Quién sabe! La realidad es que ellos no forman parte del olvido y miles de personas en el mundo buscan eso mismo, lo desean como la vida misma.

Mientras piensa esto se asoma a la ventana. Está muy alta. Y piensa en qué va a hacer por un minuto de gloria, aunque no sea eterna. Mira hacia abajo y ve a la gente pequeñita, allá al fondo. Bueno, quizás no la recuerden a ella, pero al menos sí lo que va a hacer y con eso le vale. Un pie sobre el alféizar... y ahora el otro, con cuidado. Sale por la ventana, sujetándose bien al marco y se sube al reborde que rodea el edificio a la vez que engancha algo a su ventana. 

Todavía no ha mirado siquiera hacia abajo, le dan pavor las alturas. Despacito, muy lentamente, siempre con miedo de caerse, se da la vuelta y ahora sí dirige su mirada a la calle que pasa por debajo. Sonríe por un momento y luego salta para vivir su minuto de gloria, cayendo, acercándose al suelo... Y luego un tirón y se queda colgando sobre el abismo. Y también se golpea contra la pared del edificio al parar su caída en seco. Pero se siente feliz al mirar hacia arriba y ver la pancarta que cuelga de su ventana y que extendió mientras caía. Ahora todos sabrán la verdad sobre el olvido y tal vez una vez que sepan su secreto el mundo sea un poco mejor.

Mientras tanto piensa en todas las cicatrices, en las marcas que le han ido dejando todas las personas que han pasado por su vida y sonríe, exultante, porque sabe que ya ha dejado no sólo una huella, si no miles en forma de recuerdos de todo tipo. Y lee la pancarta por última vez antes de que un policía asustado le ayude a meterse de nuevo dentro del edificio pensando que es una suicida. Tan sólo ponía:  "no existe el olvido. Sé feliz".


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