miércoles, 17 de agosto de 2011

Miles de huellas más

A veces el dolor ajeno es peor que el propio,
bien por ser la causa, o bien por no ser el remedio.



Me hundo, no puedo parar al mar, ni siquiera a este 
mar de lágrimas. Tampoco logro vencer al torrente cargado de
 tristeza que da vida a esta locura.



Siempre me he preguntado por qué el saber 
que otros también sufren nos hace sentir mejor. ¿Tanto nos alegramos del dolor ajeno? ¿O es que 
así nos sentimos acompañados, arropados, en nuestro particular pozo sin salida? 

Quizás sólo sea una forma de evitar que nos pese tanto la  soledad en los momentos en los que más abandonados nos sentimos.


Y a veces la inmensidad del mar o la soledad te asustará... 
Pero recuerda que en la arena hay grabadas miles de huellas.

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