bien por ser la causa, o bien por no ser el remedio.
Me hundo, no puedo parar al mar, ni siquiera a este
mar de lágrimas. Tampoco logro vencer al torrente cargado de
tristeza que da vida a esta locura.
Siempre me he preguntado por qué el saber
que otros también sufren nos hace sentir mejor. ¿Tanto nos alegramos del dolor ajeno? ¿O es que
así nos sentimos acompañados, arropados, en nuestro particular pozo sin salida?
Quizás sólo sea una forma de evitar que nos pese tanto la soledad en los momentos en los que más abandonados nos sentimos.
Y a veces la inmensidad del mar o la soledad te asustará...
Pero recuerda que en la arena hay grabadas miles de huellas.
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