miércoles, 14 de diciembre de 2011

Si no es capaz de mantenerse la mirada a sí mismo...

¡Qué más dará todo ya! Cuando se ha perdido la ilusión, la esperanza, la alegría... Ya no queda nada, ni siquiera las ganas de salir adelante, o al menos eso piensa mientras se mira en el espejo. Ni siquiera se reconoce ya, no sabe quién es es ese que le devuelve la mirada en el espejo. ¿Tanto ha cambiado? Ni siquiera puede mantenerse la mirada a sí mismo. ¿Cómo se la van a aguantar a los demás? Todo esto es como un delirio más. Un delirio de grandeza, de sueños rotos, de una vida llena de engaños que de repente quedó reducida a su triste realidad, a una verdad tan deprimente como solitaria. ¿Dónde están todos aquellos que antes le apoyaban, que le saludaban por los pasillos en el trabajo y le invitaban a copas en los bares? ¿A dónde se fueron? Quizás detrás de otro que no esté en bancarrota. Es lo más probable. En fin... Ya no puede hacer nada. Ni le queda nada.

Se oyen pasos, suaves, lejanos, que se acercan lentamente. Bueno, quizás se equivocó... Sí que le queda algo y es lo más importante. Ella se agacha y le saluda con un beso... Y él... Tan sólo disfruta del momento. Un momento que al igual que todos los pasados con ella no cambiaría ni por todo el oro del mundo. ¿Para qué echar sus millones, sus coches, su mansión, de menos si la tiene a ella? No necesita nada más para ser feliz.


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