martes, 23 de agosto de 2011

A contracorriente

Así me siento yo. Contra viento y marea, porque el viento lo barre todo, se lleva hasta las palabras. Y la marea... La marea no deja rastros, te lleva lejos, mar adentro, donde ya nadie te puede alcanzar, allí de donde ya no puedes escapar.


domingo, 21 de agosto de 2011

Ceguera

Miles de personas... Miles de almas reunidas en un mismo punto por una causa común. ¿Suena bonito verdad? Por algo dicen que la fe y la religión atraviesa todas las fronteras. Tanta gente reunida, rezando, de fiesta, deseando ver al Papa, esperando encontrarse con el resto de fieles y vivir una experiencia inolvidable... Pero no todo es lo que parece. Sólo hay que ver los miles de conciertos (gratis por cierto) que se organizan para ellos, el alcohol y las noches enteras de fiesta que muchos llevan encima, y la vida que llevan.

Todas las religiones se deben respetar, no dejan de ser creencias que con el tiempo se han arraigado en las distintas sociedades y son tan respetables como cualquier otra. Sin embargo, ¿no deberían ser sus propios defensores los primeros en respetarlas? Yo en ningún lado veo la castidad, la vida de pobreza y de amor que tanto predica la Iglesia entre otras cosas. ¿Qué pasa con las muertes, mutilaciones, torturas y otros horrores cometidos a lo largo de la historia en nombre de la religión? Y no sólo en nombre de la católica, sino en nombre de todas las religiones. ¿Y quién da el derecho a nadie a creerse superiores a su Dios y decidir quién debe morir o vivir por tener otras ideas diferentes? O quién les hace creerse que son sus portavoces. No se puede ser el portavoz de alguien que no habla, que no emite palabras aunque supuestamente sí que pueda mostrarnos sus designios de otras formas no verbales... Tan difíciles de interpretar que a veces se manipulan en el interés de quién esté en el poder en ese momento.

Simplemente quería hacer una pregunta, ¿qué fue de aquella religión que servía para unir a miles de personas, sin que importase su origen o su procedencia, por una misma causa: el amor y la felicidad? En mi opinión las religiones deberían buscar eso y el bienestar de sus fieles, ajustándose todos (incluso sus propios representantes) al tipo de vida que tanto predican. Ya está bien de tanta ostentación de poder sobre las masas, que por otra parte, comparten la ceguera de sus guías espirituales. Ya no les importan las catástrofes, el dolor, ni los males del mundo. Tan sólo su propio bienestar y que éste perdure eternamente. A pesar de que para eso perjudiquen a los africanos a quienes niegan los métodos anticonceptivos, a pesar de que nieguen la eutanasia a quien más lo necesita, a pesar de que así causen o prolonguen el dolor a millones de personas. ¿Qué fue de su solidaridad y empatía?


jueves, 18 de agosto de 2011

¡Hasta pronto!

Estaban todos en la habitación, cómo no la de Lalo, hablando, riendo como siempre y se durmió. Estaba tan cansada... Pero de repente se despertó y al no sentir a los demás a su lado y se levantó para ir a buscarlos... Pero aquella era su habitación. No la de Lalo. Y lo peor era que estaba a miles de kilómetros de ellos y saber esto fue un mazazo aún más duro que la despedida. Y le duele pero en cierto modo eso lo alegra porque siempre se dice que lo que te duele nunca se olvida. Y cada kilómetro que la separa de ellos la mata lentamente. Cada minuto, cada hora que pasa sin ellos le duele a pesar de que el tiempo juntos fuese tan corto... Pero tan intenso, lleno de alegrías, de sonrisas, de lo más importante: de amistad.

Y por todo esto y mucho más sabe que nunca olvidará a ninguno: a la morenita que mordía a todo el mundo, a los locos de los gemelos, a la venezolana con la sonrisa más bonita del mundo... A ninguno. Y sabe que por mucho tiempo que pase esto no es un adiós, tan sólo es un hasta pronto, porque algún día los volverá a ver. Y mientras tanto seguirá siendo la peor imitadora de venezolano del mundo, una artista loca y fumada a la que no le hacen falta sus porros, pero a la que le faltan a su lado cuatro amigos. Y como se niega a decir adiós a los que quiere y que tanto le han demostrado su cariño, que le han guiado en los momentos de ceguera, decide quedarse con un ¡hasta pronto!


miércoles, 17 de agosto de 2011

Miles de huellas más

A veces el dolor ajeno es peor que el propio,
bien por ser la causa, o bien por no ser el remedio.



Me hundo, no puedo parar al mar, ni siquiera a este 
mar de lágrimas. Tampoco logro vencer al torrente cargado de
 tristeza que da vida a esta locura.



Siempre me he preguntado por qué el saber 
que otros también sufren nos hace sentir mejor. ¿Tanto nos alegramos del dolor ajeno? ¿O es que 
así nos sentimos acompañados, arropados, en nuestro particular pozo sin salida? 

Quizás sólo sea una forma de evitar que nos pese tanto la  soledad en los momentos en los que más abandonados nos sentimos.


Y a veces la inmensidad del mar o la soledad te asustará... 
Pero recuerda que en la arena hay grabadas miles de huellas.

¡Véndete!

Vende... Vende la casa, devuelve los coches al concesionario, ¡rómpelo todo! Deshazte de todos esos recuerdos molestos, de todo aquello que te impide alcanzar el ideal de persona influyente, con dinero. Cómprate un Porsche, una mansión, trajes caros, gafas italianas como las de el actor de la portada de la revista. Cuanto más caro mejor. Vende también tus amistades por otras, cámbialas si puedes por otras con mejores contactos. Tan sólo son unos cromos de tu colección, así que ¡qué más da!. Conviértete en alguien con miles de personalidades, una para cada momento, para cada persona, para cada objetivo que te fijes. Transfórmate por tanto en una persona que tan sólo es una marioneta de sí misma, sin nada fijo en lo que apoyarse. Y cuando hayas hecho todo eso vende también tus sueños, esos en los que eras feliz.


lunes, 15 de agosto de 2011

Casi un siglo

Noventa y nueve años. Casi un siglo de experiencia, de vivencias, de dolor, de alegría, de tantas cosas... Prácticamente cien años de vida que ya le empiezan a pesar, que se le empiezan a hacer eternos y por eso no puede evitar preguntarse sobre la muerte. No le puede quedar tanto. ¿Le preocupa su llegada? No deja de ser atemorizante, sobre todo ahora que él ya se fue y no va a estar  con ella cuando llegue el momento. Pero también cuando caiga la guadaña sobre ella tendrá lugar su reencuentro. Aún así, lo nuevo, los cambios, las novedades en general siempre le dieron miedo.

¿Qué será lo que tiene la muerte que tanto preocupa a la gente? A ella nunca le preocupó. Sin embargo, ya tiene una edad y pensar en ello es algo normal, ¿no? ¿Tiene miedo o ya está lista? No. Miedo no tiene, pero tampoco se está preparado nunca para algo tan fuera de lo común, para el fin de todos los fines. Tan sólo es algo más que le toca vivir, una experiencia más que acabará con todos sus recuerdos. Pero no lo teme. Sería una tontería a su edad preocuparse por ello, cuando ni de joven lo hizo. Cierra los ojos. A la muerte no se le debe tener miedo, ni siquiera aunque sean sus últimos segundos de vida. ¿Dolerá o sentirá algo cuando ocurra? 

Abre los ojos y ve el suelo acercándose mientras el coche cae descontroladamente, a punto de estrellarse, de espachurrarse como si de un papel se tratase. Igual de fácil. Sin embargo, se siente tranquila sabiendo que ya ha vivido todo lo que tenía que vivir y de forma que no hay culpas que la atormenten en esos últimos instantes. Y decide dedicar su último pensamiento a los que le están esperando al otro lado de la luz y a los que seguirán guardando su recuerdo. Su tiempo ya se ha acabado.

martes, 9 de agosto de 2011

El olvido

Tiene miedo, pero ¿de qué? Tal vez de la soledad, de la muerte, de la verdad, de la mentira, de los demás, del dolor... Pero no, no es nada de eso en realidad. ¿Entonces qué es lo que teme? El olvido. Tan sólo eso, al igual que millones de personas en el mundo, al igual que todos los grandes personajes, que los grandes locos de la historia. El olvido de los que le quieren, el olvido de los que le odian, de los que le son indiferentes. Y tiene miedo de que no quede nada suyo, de no dejar su propia huella en el mundo cuando desaparezca. Piensa en Hitler, en Marilyn Monroe, Charles Chaplin, Obama... ¿Qué les llevo a la cima del mundo, a ser tan influyentes, tan poderosos, a dejar esa marca imborrable en el mundo, en la sociedad? ¿Fue el miedo al olvido tal vez? O quizás  simplemente la locura, su pasión por las personas o el amor a las cámaras de televisión. ¡Quién sabe! La realidad es que ellos no forman parte del olvido y miles de personas en el mundo buscan eso mismo, lo desean como la vida misma.

Mientras piensa esto se asoma a la ventana. Está muy alta. Y piensa en qué va a hacer por un minuto de gloria, aunque no sea eterna. Mira hacia abajo y ve a la gente pequeñita, allá al fondo. Bueno, quizás no la recuerden a ella, pero al menos sí lo que va a hacer y con eso le vale. Un pie sobre el alféizar... y ahora el otro, con cuidado. Sale por la ventana, sujetándose bien al marco y se sube al reborde que rodea el edificio a la vez que engancha algo a su ventana. 

Todavía no ha mirado siquiera hacia abajo, le dan pavor las alturas. Despacito, muy lentamente, siempre con miedo de caerse, se da la vuelta y ahora sí dirige su mirada a la calle que pasa por debajo. Sonríe por un momento y luego salta para vivir su minuto de gloria, cayendo, acercándose al suelo... Y luego un tirón y se queda colgando sobre el abismo. Y también se golpea contra la pared del edificio al parar su caída en seco. Pero se siente feliz al mirar hacia arriba y ver la pancarta que cuelga de su ventana y que extendió mientras caía. Ahora todos sabrán la verdad sobre el olvido y tal vez una vez que sepan su secreto el mundo sea un poco mejor.

Mientras tanto piensa en todas las cicatrices, en las marcas que le han ido dejando todas las personas que han pasado por su vida y sonríe, exultante, porque sabe que ya ha dejado no sólo una huella, si no miles en forma de recuerdos de todo tipo. Y lee la pancarta por última vez antes de que un policía asustado le ayude a meterse de nuevo dentro del edificio pensando que es una suicida. Tan sólo ponía:  "no existe el olvido. Sé feliz".