jueves, 22 de septiembre de 2011

Insignificante

Esa sensación de nuevo. Siempre vuelve, nunca la abandona por completo. Quizás sea la frialdad, la lejanía o la indiferencia de los demás, pero sea lo que sea sólo hace que se sienta  como un extraterrestre, como ese bicho raro, ese enanito verde que nadie quiere y al que todos miran de reojo como si no pudiese darse cuenta de sus miradas llenas de... ¿Llenas de qué? ¿De rencor? ¿De amargura? ¿De hastío? Probablemente ni siquiera ellos lo sepan. Es como miraría un león a una hormiga, exactamente la misma mirada: ni siquiera la ve en realidad y tampoco se molesta en conocerla, en saber de su existencia. Por supuesto que no le importa pisotearla o destrozarla al pasar: tan sólo es una hormiga más que corretea por el suelo en la que ni siquiera se fija. Para él es insignificante. 

Y mientras tanto la gente sigue pasando a su alrededor, cuchicheando, apretando el paso al pasar por su lado y nadie intenta saber qué le ocurre a esa chica tirada en el suelo que, impotente, sintiéndose pequeñita, no es capaz de levantarse una vez más para intentar hacerse ver en un mundo lleno de ciegos.