miércoles, 13 de febrero de 2013

Diversiones que dañan

Cansancio... Mucho cansancio. No sólo físico, también del alma y del corazón. Nunca olvidaré esa sensación de soledad, de ser el extraño que invade una propiedad, profanándola. Las miradas de reojo, las indirectas, los sarcasmos... Todo eso de gente que cree saberlo todo, que no aguarda respuesta porque ya cree conocerla. Pero se equivocan. No por llorar, gritar o montar una escena se demuestra más el dolor ante una pérdida. Muchas veces es el propio silencio quien expresa nuestro duelo y, al contrario de lo que se pueda pensar, el que grita y llama la atención a  veces sólo busca exagerar, aparentar unas emociones que no siente, que no son suyas en realidad.

Teatro, puro teatro. Ésas son las dos palabras del día. No quiero condolencias, no quiero oír un "lo siento" de quien de verdad no lo sienta por mí. No quiero siquiera que se guarden las formas cuando detrás me espera una puñalada velada. A la mierda lo correcto si tan sólo es una hipocresía, una forma más de burlarse.

Ya no espero que me quieran, (de hecho, ¿qué puedo esperar?) Lo único que pido es respeto, pero tampoco lo espero ya. Quizás el problema sea que ya no hay nada que me una a ese pueblo, que me haga aguardar algo mejor. Quién sabe, tal vez además de perder a mi abuelo haya perdido la poca esperanza que me quedaba en esa gente, que incluso en tan tristes circunstancias es incapaz de olvidar los cotilleos y las historias inventadas con los que pasar los largos ratos de aburrimiento de un pueblo seco y amargado.

Lo peor es cuando sabes desde siempre de dónde vienen todos los problemas y cuál es el origen de esos cuentos para no dormir que van de casa en casa... Un niño pequeño pesa poco y los tablones de madera no crujen bajo su peso, y menos si va con cuidado porque quiere dar un susto a sus abuelos. Pero resultó que el susto (y el disgusto) se lo llevó él. Y continuó llevándoselo durante años. Si ya no vuelvo a ese maldito lugar mis motivos tendré, porque en cada esquina encuentro alguna maldad esperándome por no buscar otra diversión que no sea la vida de los demás.

Quizás sea aquel niño de las mil decepciones que un día decidió comportarse con indiferencia ante quienes no lo querían o respetaban. Pero es importante no olvidar que normalmente la indiferencia oculta mucho dolor tras de sí.

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