jueves, 7 de marzo de 2013

En el desván


Una caja, cubierta de polvo, sin más marcas que el maltrato del tiempo y rayonazos de algún propietario descuidado, de los viajes y los imprevistos... Y ahí está, en medio del desván entre un baúl que pone "primeros años de mi vida", cargada de inocencia y de felicidad.... Y otra caja totalmente desgastada, arrugada, estropeada y maltratada en la que unas letras angustiadas, estrechas, amontonadas unas sobre otras intentando protegerse del frío del lugar rezan..."Los sinsabores y colores más oscuros de la vida". 

Coges la primera caja... Con mimo, con celo. No pone nada, simplemente está gris, indiferente, oscura, solitaria entre los trastos del desván, dolorida por el olvido de la vida, de los demás, de uno mismo. 


Le das la vuelta, la meces, la abres... Dentro no hay nada que puedas reconocer y aún así sabes que tú eres esa masa informe, retorcida en algunos puntos hasta esa agonía que te hizo olvidar quien eres. Fijas más la atención y reconoces un punto de un color indescriptible, intenso, maravilloso, que poquito a poco conquista todo lo gris y doloroso desde el corazón de todo, dándole forma con cuidado, con cariño, dándole luz, vida, calidez. Y te encuentras a ti mismo de nuevo en ese arco iris que se expande, reconoces ese "yo" que algún día fuiste y que creías que tan sólo formaba parte de un sueño escondido en la niñez.

Miras a tu alrededor en busca de la fuente de esa melodía interminable de colores y ahí está, a t
u lado: esa mirada, esos ojos, esos brazos que te han acunado y te han sabido sacar de esa locura... Del vacío. De la ausencia de vida, de la indiferencia.

Atrás queda la negrura en su baúl bien encerrada y te aferras a esa mirada que te promete que no te dejará volver a caer y le entregas sin dudar la caja,  brillante, reluciente ahora como ninguna, porque por fin ha recordado qué es, con unas letras grabadas a fuego que dicen "yo". 

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