domingo, 27 de mayo de 2018

Sabotaje

Vivir no es fácil, y madurar, que es el proceso, tampoco lo es. A veces es hasta agotador: pasas de estar con los ojos velados por las verdades a medias, las dulcificadas, las que no ves de niño, a verlo todo sin esa neblina y en su clara perspectiva. El mundo ni es fácil, ni es bonito en su mayor parte. Y aún así, hay mucha belleza, belleza que se queda nublada por ese manto de desconfianzas, de inseguridades que me da el conocimiento de cómo es en verdad mi alrededor. Ser consciente no es fácil, vivir sin temor y con ese saber en mi poder mucho más. 

Llegados a este punto, hace falta respirar hondo. No todo es blanco, ni negro, a veces está todo en los matices, esos que me hacen también dudar. ¿Es neblina que oculta la realidad, es cierto o es la ilusión que yo proyecto de lo que a mí me gustaría? 

Inspirar. Expirar. Y no funciona. Ni aún con toda la serenidad del mundo se puede distinguir a través de la neblina. Cada persona tiene una pantalla, un escudo, una ilusión de sí misma que me deja atisbar muy poco de su alma. Y al final me doy cuenta de que ya no puedo relajarme, de que hasta la gente que creía conocer no se deja VER, así, con mayúsculas. Y tener la percepción, la de la realidad, es esclarecedora, pero también decepcionante. A veces porque eso mismo es lo que pone un espejo de ti mismo delante. 

Cojo todo el aire que puedo y lo suelto, despacio, antes de que me atenace otra vez la neblina. Porque lo peor es que yo soy una pantalla más, con el escudo puesto, con miedo a sentir por si esa neblina esconde algo oscuro detrás. Sin atreverme a apostar o a arriesgarlo todo por algo o por alguien, por si pierdo. Estancada. Esquivando. Buscando excusas para no dar un paso adelante. Si todo va bien, porque va demasiado bien, si algo falla, porque ya no es lo que buscabas. 

Y me doy cuenta de todo lo que ha pasado de largo por esa falta de valentía, el sabotaje propio detrás de una pantalla autoimpuesta. Y me arrepiento.

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