domingo, 12 de junio de 2011

Esos zapatos...

Ahí siguen... Igual de rojos que el primer día. Desde luego, se adaptan a mí con mucha facilidad, tanto que no soy capaz de deshacerme de ellos. Tan sólo me falta la nariz roja. Y aunque intente olvidarlos siempre los llevo puestos y me hacen tropezar después de andar como un pato mareado todo el día por su culpa. Y tropiezo... Y me caigo y me doy de bruces contra las piedras. Otras veces tan sólo me caigo en un charco de agua fría que hace que abra los ojos con sorpresa, de repente. Sin embargo, alguna que otra vez gracias a ellos también logro arrancar alguna sonrisa sincera a alguien y eso compensa todo lo demás. Por eso nunca querría olvidarlos: no dejan de representar muchos momentos de mi vida, no dejan de ser mis zapatos de payaso, mis buenos y malos momentos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario