Vienen y van caprichosas, a merced del viento. En cuanto comienza la tempestad, son imparables, arrasan con todo. Pero cuando el viento se calma vuelven a ser igual de juguetonas, inofensivas y pequeñitas como siempre. Son igual que las personas, o quizás las personas seamos como olas a merced de los sentimientos, que nos mecen, que nos cuidan, que nos destrozan también con la misma facilidad.
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